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Estampillas
"Tarde de siluetas"
PRIMER PREMIO- III NIVEL (3°-4° MEDIO)
Alex Mansill Legüe
Liceo Josefina Aguirre, Coyhaique
“II Concurso Nacional Escolar de Pintura y Cuentos, Bomberos de Chile". 1999


¡Ya llegué! - vociferaba, mientras cruzaba el portón de madera y me disponía a pisar el primer peldaño del umbral de mi casa. Una vez abierta la puerta, se imponía el singular reloj mural, que ya daba las seis del crepúsculo. La sala estaba solitaria y friolenta. Un silencio embargaba la habitación y al mismo tiempo alteraba por completo todos mis sentidos, capaz de asustar hasta un espantapájaros. El suspenso murió al apretar el botón que controlaba aquella caja musical, subí simultáneamente la frecuencia de la música, escondiendo el miedo y la soledad que me aceleraba. Después de descansar de aquel leve tormento dejaba que aquellas fuertes, pero suaves melodías fluyeran a través de mis oídos. De pronto capté una irregularidad en aquella música, un sonido que subía y bajaba de tono. Pensé que era parte de aquella melodía que escuchaba, pero era entorpecedora, y empezaba a dudar de mi cordura. Decidí bajar el volumen a mi equipo y ahí estaba el sonido repetitivo, subía y bajaba de tono, abrí la puerta para captarlo mejor, era la sirena que daba aviso de un supuesto incendio, mientras ensordecía a los quiltros del barrio; la música fue interrumpida por una deleitosa voz que decía: "...el llamado de sirena, corresponde a un amago, ubicado en Avenida Simpson con Pasaje Pilcamayo; repito, corresponde a un...". No alcancé a escuchar la repetición cuando decidí apagarlo y concurrir al lugar de los hechos.

En corto tiempo, ya me encontraba presenciando dicha desgracia; el fuego iluminaba a todos los espectadores y el entorno de la víctima estructural, pero opacaba el espíritu de sus ocupantes, dándoles martirio por la poca esperanza, pero el gran deseo de apagar el fuego para que no siga ennegreciendo la madera de su morada, el lapso de tiempo que había detenido con sólo mi vista atenta, los vecinos ayudando, la señora llorando mientras cobijaba a sus pequeños; el dueño de casa en un esfuerzo extra trataba de seguir trabajando, no para sobrevivir, sino para poder vivir tranquilamente salvando su única posesión material, todo esto fue interrumpido por los grandes cuadrúpedos rojos y acorazados, que tuvieron como acogida y recepción suspiros de esperanza.

De aquellos carros bajaban numerosas siluetas que descargaban sus ansias, energía y fuerzas, o sea una entrega total en atacar aquel monstruo que abrasaba el ambiente; cada segundo era valioso, era una verdadera batalla entre fuego-tiempo y aquellas siluetas.

La lucha seguía, mientras los gladiadores alistaban su batallón y en un par de segundos las tropas ya estaban listas. El plan ya estaba hecho y se hacían los últimos retoques; la segunda tropa rodeaba al enemigo por tierra y aire, atacaban con el elemento vital: el agua, mientras otros se internaban en la víctima sacando las cosas de valor, tratando de arrebatar el máximo de cosas, de las manos hirientes de Piros, que por accidente, fue invocado por aquellos inexpertos humanos que cayeron en desgracia sumisamente.

El esfuerzo inmenso de aquel trabajo en equipo fue reflejado en el último suspiro del fuego, que expiraba lanzando su último filamento de humo denso y gris. Ya había terminado, y el resultado no fue del todo satisfactorio; Piros logró arrebatar la mitad de la estructura, pero no fue culpa de aquellas siluetas de esperanza que luchaban arduamente contra el fuego y el tiempo, dos grandes titanes, sino que la desgracia tenía un as bajo la manga: el viento... As que impulsaba a Piros en su secuestro, lo animaba en su ataque, pero que la batalla era de tres contra uno, logró nuevamente triunfar el equipo de siluetas de esperanza, formado por preparados gladiadores que prestan este servicio. Sin titubear y con clara decisión, van con clara transparencia de sus objetivos y cuántas veces se les llame, a presentarse en el campo de batalla a luchar con sus constantes enemigos. Traté en seguida de averiguar donde estaba su base secreta o algún dato de aquel equipo salvador; me acerqué a sus transportes y divisé en la entrada del carro rojo acorazado, las palabras me quedaron marcadas en mi mente: "Cuerpo de Bomberos" y el número 132. Me fui caminando lentamente, admirado y con la esperanza de pertenecer a aquel equipo o por lo menos presenciar nuevamente, la victoria de aquellas "siluetas de esperanza".